domingo, 28 de diciembre de 2014

La Máquina se detiene – E. M. Forster



“Había botones e interruptores por todos lados – botones para pedir comida, música, vestido. 
Había un botón para pedir un baño caliente, que al presionarlo hacia surgir del suelo 
una bañera de mármol rosado (de imitación), repleto hasta el borde con un cálido y desodorizado liquido.
Estaba el botón de baño frio. Estaba el botón para obtener literatura.
Y estaban por supuesto los botones por los cuales se comunicaba con sus amigos.

La máquina se detiene – E. M. Forster.








“Imagine, si usted puede, una habitación pequeña, de forma hexagonal, como la celda de una abeja. No está iluminada ni por ventanas ni por lámparas, sin embargo la inunda un suave resplandor. No tiene aberturas para ventilarla, aun así el aire es fresco. No hay instrumentos musicales, pese a esto, al momento de comenzar mi relato, el cuarto vibraba con una música melodiosa. Hay un sillón en el centro, junto a este una mesa de lectura – esos son los únicos muebles. Y en este sillón se sienta un bulto arropado de carne – una mujer, de un metro y medio de alto, con la cara pálida como un hongo.

A ella es a quien le pertenece esta habitación.”


Así comienza éste fantástico relato de ciencia ficción de Edward Morgan Forster, una de las deleites universales del género distópico escrito antes de la primera guerra mundial.


Se sostiene con frecuencia que las novelas distópicas buscan denunciar, directa o subrepticiamente, una época, un estado de situación, que buscan hacer una advertencia sobre las consecuencias del presente. Así las novelas de George Orwell (“1984” – “Rebelión en le granja”), Yevgueni Zamiatin (“Nosotros”), Aldous Huxley (Un mundo feliz) y Ray Bradbury (Fahrenheit 451) tenían por fin denunciar y/o parodiar los totalitarismos del S.XX.


A su vez, obras como “La rebelión del Atlas” de Ayn Rand procuraban demostrar los vicios mas decadentes del Estado de Bienestar de los años 40/50 y los cuentos de Jack London, en contraste, anunciaban una visión apocalíptica sobre la democracia liberal.


Posiblemente como una crítica a la fe en el progreso que se vivía entonces (1909), “La Máquina se detiene” presenta una visión apocalíptica estrepitosa,  una sociedad tan dominada por la tecnología que sus miembros han olvidado no sólo cómo controlarla, sino también cómo ser humanos. Un curioso totalitarismo, cuya cabeza es un “Comité Central”, controla todos los aspectos de la vida de los hombres. Desde la natalidad hasta las necesidades más vitales son facilitadas y controladas por “La Máquina”, quién ha destrozado todo poder de iniciativa humano.


En el mundo descripto por Forster, los hombres se encuentran aislados entre sí, se relativizan los afectos personales y las relaciones humanas, la solidaridades sociales desaparecen y el individuo se aísla en el reducto tecnológico donde solo tiene tiempo para ello. Todo es suplantado por videoteléfonos y una red de comunicaciones planetaria que maceran el espíritu humano.


Una visión política de éste asunto ha proporcionado Giovanni Sartori en su “Homo Videns. La sociedad teledirigida” donde el mismo autor asume su carácter apolítico pero con el afán de prevenir el peligro de la desaparición de la cultura escrita, por la audio-visual, y su influencia en la capacidad cognitiva de los hombres. El problema para Sartori, no es la tecnología en sí. Sino que una sociedad que pierde la capacidad de reflexión y de pensamiento en abstracto (que solo proporciona la cultura escrita), es una sociedad presa de la imagen y de los demagogos de turno.


Dirá el célebre politólogo: “el niño formado en la imagen se reduce a ser un hombre que no lee, y, por tanto, la mayoría de las veces, es un ser «reblandecido por la televisión», adicto de por vida a los videojuegos”.


Su tesis es la siguiente: 

“Casi todo nuestro vocabulario cognoscitivo y teórico consiste en palabras abstractas no tienen ningún correlato en cosas visibles y cuyo significado no se puede trasladar ni traducir en imágenes” (…) “nuestra capacidad de administrar la realidad política, social y económica en la que vivimos  , y a la que se somete la naturaleza del hombre, se fundamenta exclusivamente en un pensamiento conceptual que representa entidades invisibles e inexistentes” (…) “la televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad de entender” (...) “lo que nosotros vemos o percibimos concretamente, no produce ideas, pero se insiere en ideas (o conceptos) que lo encuadran y lo significan".


El fondo del asunto es la histórica preocupación por formar ciudadanos que jerarquicen la democracia y no que la destruyan. El escritor Florentino no propone destruir ni regular Internet (conoce bien los peligros políticos que ello conlleva), sino alertar a la sociedad, a los padres, a los docentes, a los líderes sociales, que el progreso tecnológico si bien no se puede detener, tampoco se nos debe escapar de las manos. La cultura escrita y la cultura audiovisual deben buscar una síntesis armoniosa.


¿Sería esta visión la que preveía Forster? Es difícil saberlo. No obstante el meollo de la obra nos lleva a presumir que la preocupación de que la tecnología “se nos escape de las manos” parece estar presente.


Uno de los diálogos centrales de la obra es contundente en éste sentido:


"No te das cuenta de que somos nosotros los que estamos muriendo, y que aquí lo único que realmente vive es la máquina? Hemos creado la máquina para hacer nuestra voluntad, pero ahora no podemos hacer que ella cumpla la nuestra. Nos ha robado el sentido del espacio y del tacto, ha emborronado todas las relaciones humanas y ha reducido el amor a un mero acto carnal; ha paralizado nuestros cuerpos y nuestras voluntades y ahora nos obliga a a rendirle culto. La Máquina avanza, pero no según nuestras directrices; actúa, pero no de acuerdo a nuestros objetivos. Existimos sólo como glóbulos sanguíneos que fluyen por sus arterias, y si pudiera funcionar sin nosotros, nos dejaría morir”.



En definitiva, una novela corta de sorprendente actualidad que nos ayuda a conciliar la convivencia entre la tecnología, la comunicación virtual, con la necesidad de progreso y de armonía social.


En el quinto episodio de la primera temporada de Futurama, “Fears From a Robot Planet (Temores de un Planeta Robot), Fry, Leala y Bender tienen que llevar un paquete al planeta Chapek 9 en una época de convulsión política; los robots, cansados de ser meros esclavos de los hombres, habían tomado el mando y declarado la guerra a todo ser humano; nuestros protagonistas tenían que hacerse pasar por máquinas para cumplir su misión.



domingo, 23 de noviembre de 2014

Sediciosos y golpistas. Golpe y Razón de Estado.


"Si no hay golpe de Estado, tal vez la tarea más demoníaca
para hacer peligrar la democracia sea arrasar con el Poder Judicial".

Guillermo O'Donnell.










No es novedad la manipulación retórica con que el kirchnerismo trata de embaucar constantemente, desempolvando fenómenos antiguos con una argumentación de mediados del S.XX. Tal vez sea símbolo de la decadencia política, como sostenía Marx, agitar viejos fantasmas para verse representados, farsa y cómicamente, en ellos.


Las acusaciones de “golpismo”, “sedición” y todo el diccionario de acontecimientos del siglo pasado son vueltos a ponerse en cuestión por mezquinos intereses autoritarios y la no aceptación de la transferencia pacífica del poder. La misma idea de la democracia republicana, constitucionalmente organizada sobre pilares institucionales, con frenos y contrapesos, son materia de debate en los avances legislativos más delirantes y prepotentes que permanentemente busca conseguir el gobierno.


Pero viéndole el lado positivo a la cosa, reconozcamos que nos sirve pare refrescar las ideas de por qué aceptamos convivir (o al menos intentamos) bajo un esquema de democracia moderna, de por qué aceptamos una determinada serie de ficciones necesarias; pero sobre todo nos sirve para darnos cuenta de la complejidad y la precariedad en que nos encontramos; de que las ficciones pueden ser imaginarias, algunas veces vagas y genéricas, abstractas, pero que  acarrean decisivas consecuencias en el plano material de la realidad.


Las ideas de libertad, igualdad, dignidad, derechos humanos; el contrato social, la teoría de la representación, la soberanía del pueblo, el federalismo; son ficciones que han servido a la convivencia humana. La historia de nuestro país, anómico, vulnerable y endeble al respeto de la ley, ¿no es acaso la historia de la incesante lucha por convertir en realidad éstas ficciones?.


Pero volviendo a nuestro tema central, queremos dilucidar por qué convivimos con ideas políticas prehistóricas (en sentido figurativo, claro está), por qué éste discurso trastornado y conspiranoico es una gran fuente de manipulación anacrónica.


Como bien enseñaba el maestro Mario Justo López, existe un concepto vulgar sobre el golpe de estado, más próximo al concepto de revolución y muy utilizado periodísticamente (y añadiríamos ahora políticamente), según el cual consiste en la deposición de los ocupantes de los cargos de gobierno sin más. Ésta conceptualización, sostiene nuestro autor, no tiene en cuenta las distintas consecuencias jurídicas y las diversas formas de manifestaciones de un golpe de estado. No contempla, por ejemplo, la tesis del autogolpe.


Es más, bien enseñaba Foucault en su “Seguridad,Territorio, Población”, que el origen del coup de ´etat, o golpe de estado, no significaba para nada la confiscación del Estado por unos a expensas de otro, sino que ante todo es una suspensión, una cesación de las leyes y la legalidad. Es una acción extraordinaria que el propio gobierno puede llevar a cabo contra el derecho común, una acción que no guarda ningún orden ni forma alguna de justicia [Exxesus iuris communis].


“…acciones atrevidas y extraordinarias que los príncipes se ven obligados a realizar, en los asuntos difíciles y casi desesperados, contra el derecho común, sin guardar siquiera orden alguno ni forma de justicia, y poniendo en riesgo el interés particular por el bien público”, explicaba el célebre Gabriel Naudé refiriéndose al golpe de estado en el S.XVII.


Finamente dirá López que hay golpe de Estado cuándo, como consecuencia de actos no encuadrados en las “instituciones-normas” existentes son depuestos los ocupantes de los cargos de gobierno que habían sido designados de conformidad con aquellas, sin que ello importe la caducidad, abrogación o destrucción del orden constitucional anterior, sino solamente su “suspensión” –por consiguiente temporaria- de la plena vigencia de la Constitución en lo que se infiere a su aplicación a la organización y funcionamiento de las “instituciones-órganos”.


Es decir que no es necesario que haya “revolución” para que exista golpe de estado, ya que el mismo detentador del gobierno puede llevarlo adelante para sostenerse en el poder. (Ver caso Fujimori).


La idea de golpe de estado viene de la mano de otra idea que también nos es familiar: la razón de estado. Michel Foucault rastrea los orígenes de la Razón de Estado, básicamente a través de tres pensadores. El primero de ellos es Giovanni Botero, quien en “De la razón de Estado” (1589) partirá de la idea de que “El Estado es una firme dominación sobre los pueblos” y que por ende la razón del estado “es el conocimiento de los medios idóneos para fundar, conservar y ampliar dicha dominación” en su funcionamiento cotidiano y en la gestión de todos los días.  También citará a otro italiano: Giovanni Palazzo. Afirma este autor: “digo que la razón de estado es una regla y un arte que enseñan y observan los medios debidos y convenientes para alcanzar el fin fijado por el artesano, definición que se verifica en el gobierno, toda vez que este es el que nos hace conocer los medios y nos enseña la manera de ejercerlos para procurar la tranquilidad y el bien de la república”.


Un texto más tardío, y más desarrollado, ya que trata de 1647, encuentra nuestro autor en el alemán Bogislaw Von Chemnitz. Para este escritor la razón de estado es “cierta consideración política que debe tenerse en todos los asuntos públicos, en todos los consejos y proyectos, y que debe tender únicamente a la conservación, el aumento, la felicidad del Estado, para lo cual es menester emplear los medios más fáciles y pronto”


Ante la pregunta ¿qué es la razón de estado?, Chemnitz responde: es una técnica que permite derogar todas “las leyes públicas, particulares, fundamentales, cualquiera sea su especie”. La razón de estado debe regir, “no según las leyes”, sino que son “las leyes mismas, que deben acomodarse al estado presente de la república”. 


Como se verá, no existe referencia alguna al derecho ni al orden natural. El único fin de la razón de Estado, es el estado mismo, la urgencia gubernamental. Por su propia cuenta, éste debe actuar de manera rápida, inmediata y expedita, si es necesario sin reglas, en medio de la urgencia y la necesidad. Y es ésta noción de necesidad, superior a todo derecho natural y positivo, la ley fundamental.



Pero volvamos a la actualidad. Ante esto, y más allá del anacronismo, luego de la catarata de presiones y persecuciones a jueces y fiscales, de intentar someter, partidizar y colonizar el poder judicial, de no cumplir los fallos judiciales de la mismísima Corte Suprema de Justicia, de la avalancha de leyes abiertamente inconstitucionales y de denunciar por sedición a senadores opositores, cabe preguntarse ¿de que lado están los sediciosos y golpistas?.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

Sarmiento, un elogio de la locura


“Cuando un ideal se plasma en un alto espíritu,
bastan gotas de tinta para fijarlo en páginas decisivas”.
José Ingenieros







“¡El loco Sarmiento!” gritaban sus enemigos, y el parecía agigantarse aún más bajo el filo de las críticas. La polémica y el debate eran sus armas predilectas. Como en su glorioso Facundo, demasiado indocumentado para ser historia, demasiado realista para ser literatura, le bastaba recurrir a su declamación apasionada para imponer su autoridad.


Se midió y se enfrentó con titanes: Rosas, Urquiza, Alberdi, Mitre, los caudillos, todos sufrieron su marca. Pasado a la eternidad como el padre del aula, su ideal y su gestión fueron cien veces mayor. Su impronta registró todos los rubros: el militar, el literario, el político…


Con defectos, con pasiones, con vehemencia, con la severidad y el rigor que tuvo en las relaciones personales, fue alguien que avizoró y trató de divisar una nueva Argentina que rompiera definitivamente con el atraso, la miseria y los valores coloniales del mundo de su época.


El poeta Nicandro Pereyra dijo de él “su vida fue una epopeya cruzada de ofuscamientos, un sinfín furioso con hambre de luz y libertad”.


Y si la historia del hombre, es la historia de la conquista de la libertad, Domingo Faustino nos da el ejemplo de una vida entera dedicada a pelear por la libertad. Nació públicamente en pugna contra la tiranía y pasó su existencia soñando con la libertad; era el pedestal de sus creencias, de sus fines, de sus ilusiones. Y por eso escribía quejoso desde su exilio en Valparaíso: “Nuestra época es una época de libertad y por tanto de tolerancia; donde no hay tolerancia no hay libertad; donde no se puede salir de los caminos trillados por temor de que le salgan al encuentro bandas de salteadores fanáticos, no hay descubrimiento, no hay progreso”.


Despotricaba contra España y los caudillos porque veía en ellos el absolutismo. Reconocía que podrían llegar a representar, tal vez, una voluntad popular inarticulada, inorgánica, pero toda la autoridad estaba centrada en la persona del caudillo. Condena al caudillismo como un gobierno “sin formas, ni debate”. Su justicia era administrada “sin formalidades de discusión”, ya que la discusión coloca la autoridad fuera de la persona del caudillo. Su gobierno era la creación de su arrogante voluntad.


Imaginó en Argirópolis el país que había que incitar. Dedicado a Urquiza, propuso allí desregular la navegación de los ríos, impulsar la libertad de comercio, construir las mejores escuelas, fomentar la inmigración y tener un gobierno institucional. La Argentina estaba destinada a ser el país más próspero de Latinoamérica y siguiendo el camino forjado por su generación así fue, con virtudes, defectos y contradicciones, hasta la entrada de los años 30.


Impulsor obsesivo de la educación popular, a su regreso de Estados Unidos, y ya como presidente electo, expresó: “Vengo de un país donde la educación lo es todo, y por eso allí hay democracia; y mi programa va a ser tierras y escuelas, es decir darle al gaucho un pedazo de tierra para que la trabaje y escuela para sus hijos”.


Con su modelo de educación, la Argentina llega para 1915 con el 80% de su población alfabetizada, (cuando Sarmiento inicia su presidencia, solo el 20% lo estaba) logro incomparable ante el resto de Latinoamérica y ante países del viejo continente.


Sostenía que había que apegar al hombre a la tierra y al trabajo, fomentar la mediana propiedad. Sin haber ido a la secundaria y la universidad fue un fanático de la ciencia, la tecnología y la innovación. Acompañado de su famoso reproche “¡Alambren, no sean bárbaros!” exhortaba a los productores a modernizarse y diversificar la producción.


En una de sus facetas menos conocidas, sin haber ido a la secundaria y la universidad, tuvo rodaje de jurista debatiendo con Alberdi, discutiendo las primeras tesis constitucionales sobre la intervención federal, el preámbulo, etc; y naturalmente también escribiendo. Dos son sus principales obras jurídicas: "Comentario de la Consitución de la Confederación Argentina" (1853) y "Derecho de ciudadanía en el Estado de Buenos Aires" (1854). Y como si fuera poco intercambiaba nada mas y nada menos que con Joseph Store, miembro de aquella recordada Corte Suprema de EEUU responsable entre otros fallos del histórico “Marbury v. Madison”. Veía su álter ego en Abraham Lincoln, por quien se reflejaba y tenía profunda admiración; en su estadía en USA lo biografió y supo que, al igual que el, aprendió derecho por iniciativa didáctica. "El único modo posible de formar buenos ciudadanos es que la gente común sepa de Derecho", fue uno de los pensamientos que lo guió y que hizo que se transformara en el primer profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Buenos Aires y que una universidad en Estados Unidos lo nombrara Doctor en Leyes Honoris Causa.


Monumento de Sarmiento en la ciudad de Boston, 
Estados Unidos.



Polifacético y enérgico como pocos, fundó clubes, diarios, bibliotecas y escribió sin parar sobre política, historia, derecho, literatura, pedagogía, todo compilado en 52 voluminosos tomos de sus obras completas. Y con esa energía creadora y transformadora presidió su Nación, tormentosa como toda su vida, sin un día de paz y tranquilidad, luchando constantemente contra el asedio de sus adversarios.


Asi y todo, frente a un contexto político turbulento, rodeado de sus más acérrimos calumniadores, Sarmiento fue el primer Presidente Constitucional que logra dejar un sucesor en la presidencia, apostando por el joven Avellaneda de, tan solo entonces, 37 años. Al “loco Sarmiento”, también lo acompañaban el buen calculo y el olfato político, como ya lo había demostrado en su reconciliación con Urquiza.


En 1888, en los albores de un mundo con nuevas transformaciones, a las que no obstante el seguía aportando, tres generaciones enteras le deben su influencia. En la oración fúnebre, Pellegrini fue contundente: “Fue el cerebro más poderoso que haya producido la América".


Cuando entrado el S.XX se intentó “homogeneizar” a los hijos de los inmigrantes mediante una enseñanza vetusta, antigua y tradicional, volvió el dogmatismo bajo la forma de un patriotismo mal entendido, que fomentó aventuras absurdas que buscaban eliminar el espíritu científico, entre otras cosas. El auge del sentimiento nacionalista y antiliberal (en sus versiones de izquierda y derecha) demonizó a las generaciones del 37 y 80 y Sarmiento fue, naturalmente, su principal blanco.


Y así fue que al hombre que logró alfabetizar la República pasó a ser catalogado de “antipopular”, “genocida”, “anti-argentino” y otros anacronismos varios que solo pueden provenir de revisionistas de segunda mano. El fervor anti-Sarmiento llegó a ser tan absurdo y ridículo que en 1978 el gobierno de la provincia de Neuquén prohibió la lectura del sanjuanino en sus escuelas.


Pero pese a todo, Sarmiento aún camina, como decía Borges, “día y noche entre los hombres, que le pagan (porque no ha muerto) su jornal de injurias o de veneraciones”. Su legado sigue ahí, vivo, más allá de los fastos, no lo abruman las furiosas críticas de quienes no fueron sus contemporáneos, los insultos, ni los ultrajes, porque basta con ingresar en los vientos del S.XIX para maravillarse con “el loco Sarmiento”, el loco que pensó y actuó para desterrar la decadencia e impulsar el progreso, el loco que, con su obsesivo afán de hacer, llevó la escuela civilizadora a los montes, en medio de estas lacerantes y despedazadas tierras del fin del mundo.




sábado, 12 de julio de 2014

Fútbol, política y civilización


"Tras muchos años en los que el mundo me ha brindado innumerables espectáculos,
lo que finalmente sé con mayor certeza 
respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres,
se lo debo al fútbol;
lo aprendí con mi equipo, el Racing Universitario de Argel.”
Albert Camus



El gesto de Javier Mascherano hacia el rival nigeriano Obafemi Martins, 
captados por las cámaras en el mundial de Sudáfrica 2010. 




Nunca faltan en los mundiales de fútbol, los amigos que despotrican contra él. Y ciertamente podremos llegar a conceder de que en cierta forma participa de la llamada “sociedad del espectáculo” (pan y circo para que los pueblos olviden su problemas), que es una hábil herramienta para ciertos políticos que mezclando deporte con nación pretenden fabricar unanimidades peligrosas; que la exaltación de pasiones puede sacar a relucir el más rancio de los nacionalismos, etc.  


El fútbol ha recibido críticas provenientes de las más diversas corrientes políticas: cierta derecha lo consideraba un espacio de irracionalidad y chabacanería, un deporte berreta, mientras que cierta izquierda lo veía como una expresión de la “alienación” que el sistema capitalista imponía a las masas, el mismo papel que Marx le había reservado a la religión (el opio del pueblo).


Resulta curioso como cierto nacionalismo se ha mostrado impávido ante éste fenómeno “foráneo” y “occidental”. Pero más curioso aún, es la idealización de una supuesta izquierda que convierte la “cultura nacional” en un arma de batalla contra el "imperialismo cultural". Nada más lejos de esa manera de pensar que Marx y Engels, quienes en el Manifiesto Comunista proclamaban: “La estrechez del espíritu nacional, el exclusivismo nacional devienen cada vez más imposibles, y de las numerosas literaturas nacionales y locales surge la literatura universal”. Es decir, el proceso civilizatorio se da por el intercambio constante de culturas y ninguna “nación”, ni la más antigua, pueden jactarse de autentica originalidad y autarquía, ya que todas las “culturas”, en constante cambio, son formadas por el intercambio con otras en su lengua, su literatura, su música, sus leyes y sus costumbres.


Llamativo es que la izquierda heredera de la Escuela de Frankfurt no haya asociado al fútbol al tan mentado, y repetido hasta el cansancio, “imperialismo cultural” o “industria cultural”. Y es que el fútbol es un fenómeno exclusivo de la modernidad global, del cosmopolitismo, de lo universal y mundial sobre lo local y particular, de la relación y el intercambio de las culturas, de la sociedad de consumo y la división del trabajo.


Y es una de las cosas que lo hace profundamente atractivo. Una grandiosa metáfora de la modernidad global. Si bien, como sabemos, tiene antecedentes similares en China, en el antiguo mediterráneo e incluso en los juegos de las civilizaciones mesoamericanas, en su versión actual y tal como lo conocemos, procede del mundo  moderno occidental.


Decimos entonces que tiene en su esencia todos los elementos propios de la modernidad: es una actividad con un marco regulatorio claro, con un cuerpo internacional que se encarga de dictar lo qué está permitido y lo qué está prohibido. El reglamento en la cancha es la ley que protege la destreza, la habilidad, la libertad del juego; es el orden que resguarda esa libertad. El fútbol requiere de la coordinación de esfuerzos y división de labores, y se respalda en una organización burocrática, propia del mundo moderno. Su internacionalismo hace posible la pluralidad, el intercambio, el encuentro pacífico.


La cancha es un lugar donde los valores tienen vigencia: requiere de disciplina, constancia, preparación, y hasta estudio; es una actividad de fuste, exige cálculo, inteligencia, estrategia, trabajo en equipo, y pone a prueba constantemente la competencia leal, el mérito y la capacidad de superación del hombre, donde entran a jugar la épica y lo heroico.


Pero también requiere (y ha sido una de las bases de su éxito mundial) de inversión, innovación y capital constante y es por eso que representa uno de los mayores espectáculos y negocios del mundo.



Y aún con todos los defectos que puede acarrear, el fútbol es un exponente de civilización donde las frivolidades mediáticas, que incluso rodean a ciertos jugadores y técnicos, terminan dejando paso a la magia del talento, la concentración, el cálculo y la inteligencia, pero también a la solidaridad, y el respeto a los valores mas altos del ser humano, reproducidas frente a millones de personas. 


Y si no me creés, mirá éste vídeo




domingo, 27 de abril de 2014

El debate sobre Andresito Guayçurary y el anacronismo histórico

“Un fenómeno histórico nunca se explica
plenamente fuera del estudio de su momento. Esto es cierto
para todas las etapas de la evolución. Para la que vivimos y
para las otras. El proverbio árabe lo dijo antes que nosotros:
"Los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres".
Por no haber meditado sobre esta sabiduría oriental, el estudio
del pasado a veces se ha desacreditado.”
Marc Bloch (1)








Un viejo peligro acecha en todas las épocas a los historiadores: el peligro del anacronismo. Figuras reprobadas en algún tiempo pasan a servir  los panteones de la nueva época. Nuevos altares se erigen elevando los nuevos ídolos, nuevas epopeyas se instituyen realzando los nuevos héroes y villanos.


Ante la investigación y revisión constante de la historia, dos caminos puede tomar el investigador. Someter su revisión a las normas de investigación, o el de construir (aún bienintencionadamente) una imagen alternativa del pasado que, guiada por un propósito político tenga fines por fuera del rigor histórico.


Esto último sucede con frecuencia con el estudio del S.XIX en Argentina por parte de sectores que descontextualizan la interpretación histórica al trasladar conceptos de la modernidad a una época de transición profundamente distinta. Como enseñaba Lucien Fevbre “Captar una época histórica determinada en el plano mismo de sus coordenadas históricas, evitando trasladar a una sociedad formas sociales y culturales que le hayan sido ajenas, es uno de los supuestos básicos del trabajo del historiador. El olvido de esta regla o su violación deliberada desvirtúa no sólo la posibilidad de conocimiento de esas formas singulares de vida que son las sociedades, sino que al mismo tiempo descalifica el propio oficio del historiador, quien por esta vía simplemente prolonga y proyecta en el pasado las formas sociales particulares de su sociedad sobre toda forma de existencia humana, disolviendo un sistema específico de diferencias en una universal naturaleza humana.” Esto es lo que con frecuencia se denomina “anacronismo histórico”.


Algo relativo a ello sucede sobre la construcción o la crítica de Andresito Guayçurary o Tacuary y Artigas. Su sola mención quiebra por la mitad las bibliotecas, descripto como un tirano caudillo por los historiadores clásicos correntinos como Manuel Florencio Mantilla y revestidos con la aureola de los próceres en la Costa del Uruguay por quienes pretenden “rescatarlo”, su polémica personalidad es divisoria de las aguas entre los estudiosos de nuestro pasado.


Pero el problema se sucede preocupante cuando en su relación con la política, la historia corre el riesgo de convertirse en la manipulación de datos históricos en función de objetivos del presente, de manera que su esencia, su objeto de conocimiento, queda desfigurada.


Sobre el lugarteniente artiguista se busca construir una nueva iconografía,  que intentan corporizar el mito por medio de imágenes, esculturas, documentales televisivos y películas; grupos afines se esmeran por instalar monumentos en su homenaje en lugares que trascienden el territorio del accionar del caudillo (como en la ciudad de Corrientes donde solo permaneció un breve tiempo durante su invasión y la reposición de Juan Bautista Méndez). Dirigentes políticos, personalidades públicas y apologistas buscan asignar preceptos históricos-ideológicos por el camino de las leyes y la imposición estatal, cometiendo los mismos errores que alguna cometió la llamada “Historia oficial”, solo que 100 años después y sin tener en cuenta el avance historiográfico destacable de cientos de académicos que desmitificaron y profundizaron los estudios en torno a la construcción del Estado y las provincias, como Emilio Ravignani, Ramos Meijía, los historiadores provinciales y toda la Nueva Escuela Histórica en Argentina. Y ni hablar de los estudios de  historiadores actuales de la talla de Halperín Dongui, José Carlos Chiaramonte, Hilda Sábato, Marcela Ternavasio…


Ciertos divulgadores que se claman de revisionistas, olvidando a los citados en el párrafo anterior, intentan instalar en Andresito el mote de “emancipador”, “revolucionario” (2), “liberador” y dotarlo de una carga ideológica que nunca tuvo.


Todo lo contrario, su pensamiento respondía a una construcción tradicional, del antiguo derecho, que sobrevivió a los caudillos donde la costumbre hispano-indiana y la religión jugaron un papel preponderante. Tal vez la mejor forma de entenderlo y comprenderlo (no juzgarlo) es bajo el concepto rescatado por José Carlos Chiaramonte de “antigua constitución”, un conjunto de pautas políticas, culturales y sociales anteriores al proceso revolucionario e independentista que supervivieron sobre todo en las provincias, provenientes del derecho natural y el derecho canónico, y por lo tanto de la religión católica, el espíritu militar y el legado del derecho español y su inspiración romana. Como bien señala nuestro autor “Se ha descuidado así la función del derecho natural en su condicionamiento de las concepciones y prácticas políticas (…) Por consiguiente, se han interpretado mal las prácticas políticas de aquellos sectores que resistían las reformas políticas derivadas de las independencias, al no advertir que esas resistencias no eran manifestaciones de anarquía sino que provenían de un universo conceptual coherente, si bien no uniforme, en el que primaban las normas derivadas de los que en el lenguaje de época se denominaba la antigua constitución”. (3)


Ésta influencia nuestro protagonista la recibió de pequeño, siendo no solo mestizo (madre guaraní y padre español) sino también educado bajo la influencia del mercedario Padre Martín Céspedes que ofició de cura párroco en aquel antiguo pueblo jesuítico que fue Santo Tomé, donde fue el futuro caudillo fue sacristán. (4) 


Aún más, como el cura Monterroso de Artigas, Andresito contaba siempre como capellán de su ejército con  Fray José Acevedo desde el comienzo de sus campañas. Los curas como personal político, eran consejeros permanentes y auxiliares de notoria influencia como señala Tulio Halperín Dongui (5). Y a veces hasta servían para justificación y excusas de sus desmanes, según el mismo autor.


Como bien ya lo había demostrado Adolfo Saldías en su “Historia de la Confederación Argentina”, también señalado por Dongui en su “Revolución y Guerra”, la barbarización de la política, el avance de la brutalidad en las relaciones, la guerra y la dominación, los saqueos, la ferocidad y la rapiña no eran patrimonio de un solo sector, sino de todos a los que les tocó en suerte algún protagonismo, y el comandante Andrés Guayçurary y Artigas no fue la excepción (6)


Es igual de reprochable no comprender la época y despotricarlo con los valores de la actualidad, como igual de reprochable es intentar canonizarlo, ideologizarlo y hacerlo trascender de su lugar de actuación.


Finalmente es de destacar el juicio histórico de Hernán Felix Gómez, gran defensor de Gervasio Artigas y el federalismo: “La historia no ha de buscar la verdad en el perdón generoso de las generaciones posteriores en muchos años a la del guerrillero guaraní. Tampoco ha de buscar en el recuerdo de quienes no sintieron en carne propia y vieron en el escenario local al hombre que se estudia. Andrés Artigas no fue una figura del escenario oriental, ni acudilló la masa apenas disciplinada de sus indios en la campaña próxima a Montevideo. Actuó en el campamento, en las márgenes del Uruguay, y tuvo como escenario habitual el territorio misionero y el de la provincia de Corrientes. Ahí ha de irse a buscar la definición histórica del personaje, sutil, orgulloso, empeñado en afirmar la hegemonía de los inorgánicos elementos que acaudillaba, los mismos que trajeron sobre la provincia en esta oportunidad las horas más ingratas de su pasado”. (7)


Citas

1. BLOCH, Marc. “Apología para la historia o el oficio de historiador”, Fondo de Cultura Económica, 2001.

2. Véase poe ejemplo la conferencia de Felipe Pigna "Andresito, Caudillo Revolucionario", impulsado por el Centro De Estudios Estratégicos de Misiones -CEEM-, la presidencia de la Cámara de Diputados y el vicegobernador de Misiones Hugo Passalaqcua, realizada en noviembre del 2012.

3. CHIARAMONTE, José Carlos. “Los usos políticos de la historia. Lenguaje de clases y revisionismo histórico”, Ed Sudamericana, 2013.

4. RIAL SEIJO, Eduardo. “Colección de notas y ensayos para la historia de los correntinos”, T2, Ed Amerindia, 2004.

5.HALPERÍN DONGUI, Tulio. “Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la argentina criolla”. ED Siglo Veintiuno, 2002.

6. Las memorias de Fermín Felix Pampín como las de Pedro Ferré son bastante descriptivas con relación a los infortunios durante la estadía de Andresito en Corrientes.


7. GOMEZ, Hernán Felix. “Historia de la Provincia de Corrientes. Tomo II Desde la revolución de Mayo (1810) al Tratado del Cuadrilatero (1822)”. Ed Amerindia, 2010.




viernes, 18 de abril de 2014

Medio Pan y un Libro - Federico García Lorca


Locución de Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de su pueblo, Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.






 Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. “Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre”, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.


Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.


No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.


Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?


¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: “amor, amor”, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: “¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!”. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.



Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: “Cultura”. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.

domingo, 16 de marzo de 2014

Empresarios y prebendarios







Entre el socialismo de estado y el capitalismo laissez faire existen una multitud de sistemas híbridos que van tomando distintas molduras de acuerdo a las particularidades de la ingeniería política local. Los sistemas de concesión y la forma de entender los servicios públicos van variando de acuerdo a las experiencias, los intereses y las ideas del momento.


En el caso particular de Argentina, la legendaria “patria contratista” ejerce su soberanía en los hechos hace casi una centena. Grupos de grandes empresas proveedoras del Estado monopolizan y usufructúan los beneficios de los grandes contratos estatales y de los mega-subsidios “generosamente” otorgados por los presupuestos gubernamentales, protegidos siempre por la sombra del poder político.


Explica el tributarista Antonio Margariti que existen dos tipos de capitalismo. Uno prebendario, clientelar y de fuerte arraigo en el arribismo y el amiguismo político y otro ètico y competitivo que depende de la pasión creadora de individuos emprendedores, que se animan a arriesgarse bajo su propio esfuerzo, a competir, a crear riquezas y puestos de trabajo, sin privilegios estatales ni favores políticos y pese a la enorme inseguridad jurídica.


Curiosamente –explica Margariti- este capitalismo prebendario no sólo está integrado por capitalistas sino también por sindicalistas, políticos y dirigentes civiles que generan un círculo vicioso de complicidad y connivencia política. Ellos llegan al poder por la concesión o el favor del poder político de turno, sienten animadversión por la competencia y subsisten con medidas proteccionistas.


Viven básicamente de subsidios, del presupuesto público y de gobiernos que crean mercados cautivos y monopolios artificiales para beneficio de unos pocos perseguidores de privilegios que responden luego con retornos y dinero en la campaña. De allí el temor a opinar de estos “empresarios”, su ausencia de juicio crítico y la obsecuencia demostrada con actitudes indecorosas que solo buscan la caja. Dispensas, permisos, favores, ayudas, subsidios y exenciones constituyen los ingredientes esenciales de este pacto espurio entre capitalismo prebendario y poder político.


Éste  “empresario exitoso”, favorecido con privilegios oficiales, no necesita de esfuerzos ni méritos, tan sólo la audacia de conseguir las influencias oficiales correctas.
El caso de ERSA en la ciudad de Corrientes es un caso típico de empresa que crece gracias a las licitaciones de privilegio. Desde hace mas de 15 años, se ha encargado de hacer persistir sus trazas monopólicas, exenciones impositivas, subsidios estatales y cláusulas proteccionistas absurdas que impiden la competencia con otras posibles prestatarias de otros lugares.


El resultado de este tipo de capitalismo son empresas deficitarias, con empresarios opulentos y servicios rezagados. Resulta de esto que el concesionario no depende ni responde al usuario, sino al Estado que le brinda subsidios y privilegios y resulta su principal fuente de ganancia.


Un capitalismo competitivo y transparente, con un marco legal transparente y estable, adaptado a las condiciones sociales, en cambio, permitiría la competencia y el acceso a distintos precios y servicios robusteciendo el poder decisivo del consumidor.



Pero mientras subsista este sistema de empresas depredadoras de subsidios y acumuladoras de favores monopólicos, el transporte público en Corrientes seguirá siendo deficitario y terminará colapsando por su propio peso y contradicción, a la espera de una reforma sustancial.

domingo, 9 de marzo de 2014

Rescatando a Juana Manso

Rodéame la indiferencia y persisto;
brisas glaciales se ciernen sobre mi cabeza y persisto;
acaso la perseverancia de un apostolado que se desecha por inútil
será la sola memoria que dejaré a mi patria

Juana Paula Manso








Hay personas que sientan y siembran las ideas. Cavan en el duro terruño de la tradición, remueven su fondo e injertan las semillas de la civilización, la igualdad y libertad. En tiempos donde era un dogma que la mujer debía ser sumisa, estar bajo la autoridad del padre primero y del marido después, Juana Manso (1819 - 1875) hace retumbar  los cimientos coloniales que aún sostenían la cultura de la Argentina independiente.


Educadora, escritora, traductora, periodista, maestra y precursora del feminismo en Argentina, Uruguay y Brasil. Su vida atravesó el período en el que el territorio de las Provincias Unidas del Río de La Plata estaba signado por las guerras de la independencia, las disputas con países limítrofes y las guerras civiles que disputaban el modo en que debía constituirse el Estado, la Nación y el gobierno de los nuevos países.


En concordancia a la generación del 37 (de las que formaban parte Esteban Echevarría, Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi y su admirado Domingo Faustino Sarmiento, entre otros) defendía las ideas de emancipación, republicanismo, ilustración, progreso, soberanía del pueblo y progreso. Impulsó por ello el abandono de las formas opresivas como la esclavitud y el racismo, luchó infatigablemente contra los prejuicios y la intolerancia y por la necesidad de superar las convenciones sociales coloniales, familiares y religiosas que atentaban contra las libertades civiles y de conciencia de la mujer. El espacio femenino de entonces había estado constituido por el escenario doméstico; la igualdad de capacidades y oportunidades y el derecho a la realización personal de las mujeres estaban excluidos del discurso público. Manso lo introdujo y apuntó al fortalecimiento de la individualidad de la mujer, con participación en el campo intelectual, laboral, educacional y social.


Afirmó de manera contundente “Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas, y tenderán a un único propósito: Emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenando su libertad y hasta su conciencia, a autoridades arbitrarias, en oposición a la naturaleza misma de las cosas. Quiero y he de probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo, o un defecto, un crimen, o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica.”


Su feminismo liberal tronaba y removía el subsuelo. No era la suya una mirada acotada, criticaba ya en pleno S.XIX lo que hoy llaman la cosificación de la mujer  y quería asegurar los derechos civiles de ellas, de trabajar, contratar y disponer del fruto de su trabajo:


“Por qué reducirla al estado de hembra cuya única misión es perpetuar la raza?...
Por qué cerrarles las veredas de la ciencia, de las artes, de la industria, y así hasta la del trabajo, no dejándoles otro pan que el de la miseria, o el otro mil veces horrible de la infamia?

…Todo le quitáis a la mujer! Todo lo que puede caber en la misión grandiosa de la inteligencia, donde toman parte la sensibilidad y la voluntad libre. Pero le halagáis su vanidad, le excitáis el amor al lujo, a los dijes, a los tocados; ciegos idólatras de su belleza sois el incentivo funesto de la corrupción, porque si no sabe lo que es su alma, qué le importa a la mujer venderla por un puñado de alfileres de oro?...”


En 1859 conoció a Domingo Faustino Sarmiento, con quien compartió las ideas sobre la escuela pública y mixta. Cuando él fundó la Escuela de Ambos Sexos Nº 1 la nombró directora y apoyó la redacción de los Anales de la Educación desde donde Juana Manso difundió las ideas sarmientinas y los nuevos planes de enseñanza. En ellos postuló el aprendizaje basado en la observación y la reflexión, el metodismo, el respeto a las necesidades y grados de maduración del niño.


Se impuso así contra los maestros que defendían los métodos de la disciplina rígida y que “la letra con sangre entra”. Juana creía que las escuelas debían ser lugares alegres, luminosos y limpios. Que al niño había que despertarle el interés por aprender a través del buen trato, del ejemplo, del juego. Sarmiento dijo de ella "Juana Manso es la única de su sexo que ha comprendido que bajo el humilde empleo del maestro está el sacerdocio de la libertad y la civilización..."


En medio de críticas duras por sus ideas, Juana Manso inauguró con mucha dificultad un espacio decididamente ajeno a la época: la conferencia. Mediante ellas se dirigió principalmente al público femenino con el propósito de dar a conocer sus ideas sobre política y religiosidad, hecho que generó acusaciones e irritación inusitadas. Las conferencias para maestras destinadas a la profesionalización de la docencia no corrieron mejor suerte. Las clases consistían en lecturas y ejercicios para la instrucción en diversas materias pero la reacción ante ellas terminó con un pedido a la autoridad educativa para que sean suspendidas acusando de inmorales las clases de gimnasia que Manso intentaba introducir.  Sarmiento, con motivo de alentarla le expresó en una carta: “Son las lecturas las que irritan. Es la primera vez que se introduce la práctica de hablar en público sobre cualquier materia. Sólo el púlpito estuvo en poder de esa prerrogativa. Hoy lo está el pensamiento”.


Más no se quedó allí y dirigió y publico anales y revistas, escribió y tradujo novelas, compendios de Historia Argentina, fundó bibliotecas y jardines de infantes, organizó escuelas parroquiales llevando las nuevas ideas educacionales, redactó un periódico de mujeres donde expuso sus ideas de igualdad de la mujer, y como broche de oro, hasta le organizó la campaña presidencial a Sarmiento!!! Una verdadera hacedora, tal vez más que su amigo Domingo Faustino, a quién dejaba estupefacto, de quién sentía una honda admiración diciendo que era "el hombre más capaz".


Su obra incansable y su tenacidad la llevaron a tener que escuchar epítetos de toda monta. Hombres y mujeres, dirigentes políticos y religiosos, diarios, publicaciones llovieron contra ella y sus nuevas ideas.


Enferma y en la pobreza, muere sin honores en 1875.  Por entonces y aun enferma seguía enseñando a leer y a escribir a los niños que vivían en su humilde barrio. Se había convertido al protestantismo y, antes de morir, le pidieron que renegase de su fè para poder ser enterrada en el cementerio local. Se permitió su última rebeldía y no lo hizo. Finalmente fue  enterrada en el cementerio inglés, con la siguiente leyenda: “Aquí yace una argentina que, en medio de la noche de la indiferencia que envolvía a la patria, prefirió ser enterrada entre extranjeros antes que profanar el santuario de su conciencia”.


En su oración fúnebre al despedir sus restos Juana Manuela Gorriti expresó "Juana Manso gloria de la educación, sin ella nosotros seríamos sumisas, analfabetas, postergadas, desairadas. Ella es el ejemplo, la virtud y el honor que ensalza la valentía de la mujer, ella es, sin duda, una mujer".


En 1915, sus restos fueron depositados en el Panteón del Magisterio, en el cementerio de la Chacarita.