domingo, 23 de noviembre de 2014

Sediciosos y golpistas. Golpe y Razón de Estado.


"Si no hay golpe de Estado, tal vez la tarea más demoníaca
para hacer peligrar la democracia sea arrasar con el Poder Judicial".

Guillermo O'Donnell.










No es novedad la manipulación retórica con que el kirchnerismo trata de embaucar constantemente, desempolvando fenómenos antiguos con una argumentación de mediados del S.XX. Tal vez sea símbolo de la decadencia política, como sostenía Marx, agitar viejos fantasmas para verse representados, farsa y cómicamente, en ellos.


Las acusaciones de “golpismo”, “sedición” y todo el diccionario de acontecimientos del siglo pasado son vueltos a ponerse en cuestión por mezquinos intereses autoritarios y la no aceptación de la transferencia pacífica del poder. La misma idea de la democracia republicana, constitucionalmente organizada sobre pilares institucionales, con frenos y contrapesos, son materia de debate en los avances legislativos más delirantes y prepotentes que permanentemente busca conseguir el gobierno.


Pero viéndole el lado positivo a la cosa, reconozcamos que nos sirve pare refrescar las ideas de por qué aceptamos convivir (o al menos intentamos) bajo un esquema de democracia moderna, de por qué aceptamos una determinada serie de ficciones necesarias; pero sobre todo nos sirve para darnos cuenta de la complejidad y la precariedad en que nos encontramos; de que las ficciones pueden ser imaginarias, algunas veces vagas y genéricas, abstractas, pero que  acarrean decisivas consecuencias en el plano material de la realidad.


Las ideas de libertad, igualdad, dignidad, derechos humanos; el contrato social, la teoría de la representación, la soberanía del pueblo, el federalismo; son ficciones que han servido a la convivencia humana. La historia de nuestro país, anómico, vulnerable y endeble al respeto de la ley, ¿no es acaso la historia de la incesante lucha por convertir en realidad éstas ficciones?.


Pero volviendo a nuestro tema central, queremos dilucidar por qué convivimos con ideas políticas prehistóricas (en sentido figurativo, claro está), por qué éste discurso trastornado y conspiranoico es una gran fuente de manipulación anacrónica.


Como bien enseñaba el maestro Mario Justo López, existe un concepto vulgar sobre el golpe de estado, más próximo al concepto de revolución y muy utilizado periodísticamente (y añadiríamos ahora políticamente), según el cual consiste en la deposición de los ocupantes de los cargos de gobierno sin más. Ésta conceptualización, sostiene nuestro autor, no tiene en cuenta las distintas consecuencias jurídicas y las diversas formas de manifestaciones de un golpe de estado. No contempla, por ejemplo, la tesis del autogolpe.


Es más, bien enseñaba Foucault en su “Seguridad,Territorio, Población”, que el origen del coup de ´etat, o golpe de estado, no significaba para nada la confiscación del Estado por unos a expensas de otro, sino que ante todo es una suspensión, una cesación de las leyes y la legalidad. Es una acción extraordinaria que el propio gobierno puede llevar a cabo contra el derecho común, una acción que no guarda ningún orden ni forma alguna de justicia [Exxesus iuris communis].


“…acciones atrevidas y extraordinarias que los príncipes se ven obligados a realizar, en los asuntos difíciles y casi desesperados, contra el derecho común, sin guardar siquiera orden alguno ni forma de justicia, y poniendo en riesgo el interés particular por el bien público”, explicaba el célebre Gabriel Naudé refiriéndose al golpe de estado en el S.XVII.


Finamente dirá López que hay golpe de Estado cuándo, como consecuencia de actos no encuadrados en las “instituciones-normas” existentes son depuestos los ocupantes de los cargos de gobierno que habían sido designados de conformidad con aquellas, sin que ello importe la caducidad, abrogación o destrucción del orden constitucional anterior, sino solamente su “suspensión” –por consiguiente temporaria- de la plena vigencia de la Constitución en lo que se infiere a su aplicación a la organización y funcionamiento de las “instituciones-órganos”.


Es decir que no es necesario que haya “revolución” para que exista golpe de estado, ya que el mismo detentador del gobierno puede llevarlo adelante para sostenerse en el poder. (Ver caso Fujimori).


La idea de golpe de estado viene de la mano de otra idea que también nos es familiar: la razón de estado. Michel Foucault rastrea los orígenes de la Razón de Estado, básicamente a través de tres pensadores. El primero de ellos es Giovanni Botero, quien en “De la razón de Estado” (1589) partirá de la idea de que “El Estado es una firme dominación sobre los pueblos” y que por ende la razón del estado “es el conocimiento de los medios idóneos para fundar, conservar y ampliar dicha dominación” en su funcionamiento cotidiano y en la gestión de todos los días.  También citará a otro italiano: Giovanni Palazzo. Afirma este autor: “digo que la razón de estado es una regla y un arte que enseñan y observan los medios debidos y convenientes para alcanzar el fin fijado por el artesano, definición que se verifica en el gobierno, toda vez que este es el que nos hace conocer los medios y nos enseña la manera de ejercerlos para procurar la tranquilidad y el bien de la república”.


Un texto más tardío, y más desarrollado, ya que trata de 1647, encuentra nuestro autor en el alemán Bogislaw Von Chemnitz. Para este escritor la razón de estado es “cierta consideración política que debe tenerse en todos los asuntos públicos, en todos los consejos y proyectos, y que debe tender únicamente a la conservación, el aumento, la felicidad del Estado, para lo cual es menester emplear los medios más fáciles y pronto”


Ante la pregunta ¿qué es la razón de estado?, Chemnitz responde: es una técnica que permite derogar todas “las leyes públicas, particulares, fundamentales, cualquiera sea su especie”. La razón de estado debe regir, “no según las leyes”, sino que son “las leyes mismas, que deben acomodarse al estado presente de la república”. 


Como se verá, no existe referencia alguna al derecho ni al orden natural. El único fin de la razón de Estado, es el estado mismo, la urgencia gubernamental. Por su propia cuenta, éste debe actuar de manera rápida, inmediata y expedita, si es necesario sin reglas, en medio de la urgencia y la necesidad. Y es ésta noción de necesidad, superior a todo derecho natural y positivo, la ley fundamental.



Pero volvamos a la actualidad. Ante esto, y más allá del anacronismo, luego de la catarata de presiones y persecuciones a jueces y fiscales, de intentar someter, partidizar y colonizar el poder judicial, de no cumplir los fallos judiciales de la mismísima Corte Suprema de Justicia, de la avalancha de leyes abiertamente inconstitucionales y de denunciar por sedición a senadores opositores, cabe preguntarse ¿de que lado están los sediciosos y golpistas?.


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