Entre el socialismo de estado y el capitalismo
laissez faire existen una multitud de sistemas híbridos que van tomando
distintas molduras de acuerdo a las particularidades de la ingeniería política
local. Los sistemas de concesión y la forma de entender los servicios públicos van variando de acuerdo a las experiencias, los intereses y las ideas del momento.
En el caso particular de Argentina, la legendaria “patria
contratista” ejerce su soberanía en los hechos hace casi una centena. Grupos de
grandes empresas proveedoras del Estado monopolizan y usufructúan los beneficios
de los grandes contratos estatales y de los mega-subsidios “generosamente”
otorgados por los presupuestos gubernamentales, protegidos siempre por la
sombra del poder político.
Explica el tributarista Antonio Margariti que
existen dos tipos de capitalismo. Uno prebendario, clientelar y de fuerte arraigo en el arribismo
y el amiguismo político y otro ètico y competitivo que depende de la pasión
creadora de individuos emprendedores, que se animan a arriesgarse bajo su
propio esfuerzo, a competir, a crear riquezas y puestos de trabajo, sin
privilegios estatales ni favores políticos y pese a la enorme inseguridad
jurídica.
Curiosamente –explica Margariti- este capitalismo prebendario
no sólo está integrado por capitalistas sino también por sindicalistas,
políticos y dirigentes civiles que generan un círculo vicioso de complicidad y
connivencia política. Ellos llegan al poder por la concesión o el favor del
poder político de turno, sienten animadversión por la competencia y subsisten
con medidas proteccionistas.
Viven básicamente de subsidios, del presupuesto
público y de gobiernos que crean mercados cautivos y monopolios artificiales
para beneficio de unos pocos perseguidores de privilegios que responden luego
con retornos y dinero en la campaña. De allí el temor a opinar de estos “empresarios”,
su ausencia de juicio crítico y la obsecuencia demostrada con actitudes indecorosas
que solo buscan la caja. Dispensas, permisos, favores, ayudas, subsidios y
exenciones constituyen los ingredientes esenciales de este pacto espurio entre
capitalismo prebendario y poder político.
Éste “empresario exitoso”, favorecido con
privilegios oficiales, no necesita de esfuerzos ni méritos, tan sólo la audacia
de conseguir las influencias oficiales correctas.
El caso de ERSA en la ciudad de Corrientes es un
caso típico de empresa que crece gracias a las licitaciones de privilegio. Desde
hace mas de 15 años, se ha encargado de hacer persistir sus trazas monopólicas,
exenciones impositivas, subsidios estatales y cláusulas proteccionistas
absurdas que impiden la competencia con otras posibles prestatarias de otros
lugares.
El resultado de este tipo de capitalismo son empresas
deficitarias, con empresarios opulentos y servicios rezagados. Resulta de esto
que el concesionario no depende ni responde al usuario, sino al Estado que le
brinda subsidios y privilegios y resulta su principal fuente de ganancia.
Un capitalismo competitivo y transparente, con un
marco legal transparente y estable, adaptado a las condiciones sociales, en
cambio, permitiría la competencia y el acceso a distintos precios y servicios
robusteciendo el poder decisivo del consumidor.
Pero mientras subsista este sistema de empresas depredadoras de subsidios y acumuladoras de favores monopólicos, el transporte público en
Corrientes seguirá siendo deficitario y terminará colapsando por su propio peso
y contradicción, a la espera de una reforma sustancial.
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