domingo, 2 de marzo de 2014

12 años de esclavitud

Sueño que un día, 
en las rojas colinas de Georgia, 
los hijos de los antiguos esclavos 
y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, 
se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad

Martin Luther King







Solomon Northup, hijo de esclavos emancipados en el Norte, fue un hombre libre que vivía con su esposa y tres hijos en Nueva York. Aunque no gozaba de los mismos derechos que los blancos (los negros no podían votar), tenía formación de músico y su familia vivía decentemente. Sin embargo, sus desgracias comenzaron cuando en 1841, 20 años antes de la guerra de secesión, se dejó timar por dos blancos que lo llevaron hasta Washington, donde la esclavitud era legal, con la promesa de que lo contratarían para tocar el violín en un circo itinerante. En realidad era una trampa para venderlo como esclavo y trasladarlo al Sur, donde pasó de ser un individuo libre a un animal encadenado y sujeto a los arbitrarios castigos de sus dueños. De esa terrible experiencia, de la que Northup milagrosamente sobrevivió y pudo escapar gracias a la gestión de un canadiense que supo de su caso y alertó a su familia en el Norte, pudo recuperar su libertad.


La película dirigida por Steve McQueen, basada en hechos reales y en la novela autobiográfica del mismo título, “12 años de esclavitud”, no ahorra al espectador en ningún momento ser testigo de primera fila del dolor y el terror al que se ve sometido el protagonista, alejado cruelmente de sus seres queridos, apaleado y torturado física y psicológicamente sin piedad por sus captores y la mayoría de aquellos que pasan a considerarse sus amos y dueños absolutos de su vida.





Luego de estos episodios, Northup escribió el libro que fue bestseller en su época. Más no se quedó allí y su labor de concientización de los crímenes que se cometían contra los negros fue más allá: se unió a los abolicionistas y a la red clandestina Underground Railroad que ayudaba a los esclavos fugitivos. Eran pioneros del movimiento de lucha civil que mucho después logró acabar parcialmente con la segregación racial.


Lo novedoso de ésta película es que se centra en el problema de la esclavitud, en su moralidad, en la lucha entre la justicia y la legalidad, y no solamente en la formación de una cultura “negra” independiente como nos tienen acostumbrados los amigos de Hollywood al tocar esta problemática.


Como bien señala el historiador norteamericano Edmund Morgan, haciendo énfasis en las ideas de libertad que se suceden a la separación de Gran Bretaña, como colonos del imperio los norteamericanos libres aceptaron el control limitado de sus actividades. No obstante, cuando disolvieron la conexión y basaron su gobierno en el consentimiento de los gobernados, abrieron las puertas a una libertad más amplia de lo que percibieron en aquel momento. Reconocieron la evidente contradicción entre la proclamación de la igualdad y la libertad y el hecho de continuar poseyendo esclavos (blancos y negros) y esperaban resolverla en algún momento indeterminado del futuro. En última instancia, se necesitó una guerra civil.


Y se necesitó una guerra porque esclavitud y libertad son opuestos irreconciliables. Ciertos estudios han sostenido que el triunfo de los afroamericanos en mantener una vida propia ha redundado en el reconocimiento de que la esclavitud era entonces una relación negociada. Si bien la esclavitud nunca fue tan absoluta como los esclavistas y propietarios de esclavos reclamaron que fuera, las relaciones negociadas entre amo y esclavo jamás, naturalmente, se habían acercado a una relación entre iguales. El esclavo podía sacar provecho de su conducta creando situaciones que estaban más allá del control del amo y que disminuían el trabajo, otros conseguían su libertad luego de largos años de “trabajo”, incluso es posible que algunos hayan tenido privilegios y estatus, pero en ningún tiempo ha existido un estado intermedio entre la esclavitud y la libertad, ni un conjunto de pasos preestablecidos que llevara progresivamente hacia ella.




Morgan, en su “Esclavitud y libertad en los Estados Unidos” encontrará la génesis del problema en el pasado colonial de Virginia, la más antigua y rica colonia inglesa de América, donde el cultivo del tabaco en grandes plantaciones sometió a sirvientes blancos y a esclavos africanos al mismo régimen opresivo. La primera reacción colectiva contra éste régimen provino de los blancos pobres, quienes en 1676 encabezaron una violenta rebelión.


Consecutivamente, la ampliación de esclavos permitió suplir a los sirvientes blancos en las plantaciones. A la sazón el racismo, basado en la arrogancia y la autoimpuesta superioridad racial, emergió como la ideología política unificadora de las elites y los blancos pobres para garantizar la paz social. A la esclavitud africana se opuso, desde comienzos del S.XVIII, la libertad de los blancos, miembros exclusivos y solidarios de una república racialmente homogénea. Para Morgan esta solución política inaugurada por la elite de Virginia madurará en el S.XIX, en el racismo popular, que subsistirá en USA hasta mediados del S.XX.



En definitiva, si de algo sirve la película de Mc Queen, es sin dudas para advertirnos la importancia de no olvidar lo que ha sido el tortuoso camino de los derechos civiles.


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