domingo, 9 de marzo de 2014

Rescatando a Juana Manso

Rodéame la indiferencia y persisto;
brisas glaciales se ciernen sobre mi cabeza y persisto;
acaso la perseverancia de un apostolado que se desecha por inútil
será la sola memoria que dejaré a mi patria

Juana Paula Manso








Hay personas que sientan y siembran las ideas. Cavan en el duro terruño de la tradición, remueven su fondo e injertan las semillas de la civilización, la igualdad y libertad. En tiempos donde era un dogma que la mujer debía ser sumisa, estar bajo la autoridad del padre primero y del marido después, Juana Manso (1819 - 1875) hace retumbar  los cimientos coloniales que aún sostenían la cultura de la Argentina independiente.


Educadora, escritora, traductora, periodista, maestra y precursora del feminismo en Argentina, Uruguay y Brasil. Su vida atravesó el período en el que el territorio de las Provincias Unidas del Río de La Plata estaba signado por las guerras de la independencia, las disputas con países limítrofes y las guerras civiles que disputaban el modo en que debía constituirse el Estado, la Nación y el gobierno de los nuevos países.


En concordancia a la generación del 37 (de las que formaban parte Esteban Echevarría, Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi y su admirado Domingo Faustino Sarmiento, entre otros) defendía las ideas de emancipación, republicanismo, ilustración, progreso, soberanía del pueblo y progreso. Impulsó por ello el abandono de las formas opresivas como la esclavitud y el racismo, luchó infatigablemente contra los prejuicios y la intolerancia y por la necesidad de superar las convenciones sociales coloniales, familiares y religiosas que atentaban contra las libertades civiles y de conciencia de la mujer. El espacio femenino de entonces había estado constituido por el escenario doméstico; la igualdad de capacidades y oportunidades y el derecho a la realización personal de las mujeres estaban excluidos del discurso público. Manso lo introdujo y apuntó al fortalecimiento de la individualidad de la mujer, con participación en el campo intelectual, laboral, educacional y social.


Afirmó de manera contundente “Todos mis esfuerzos serán consagrados a la ilustración de mis compatriotas, y tenderán a un único propósito: Emanciparlas de las preocupaciones torpes y añejas que les prohibían hasta hoy hacer uso de su inteligencia, enajenando su libertad y hasta su conciencia, a autoridades arbitrarias, en oposición a la naturaleza misma de las cosas. Quiero y he de probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo, o un defecto, un crimen, o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica.”


Su feminismo liberal tronaba y removía el subsuelo. No era la suya una mirada acotada, criticaba ya en pleno S.XIX lo que hoy llaman la cosificación de la mujer  y quería asegurar los derechos civiles de ellas, de trabajar, contratar y disponer del fruto de su trabajo:


“Por qué reducirla al estado de hembra cuya única misión es perpetuar la raza?...
Por qué cerrarles las veredas de la ciencia, de las artes, de la industria, y así hasta la del trabajo, no dejándoles otro pan que el de la miseria, o el otro mil veces horrible de la infamia?

…Todo le quitáis a la mujer! Todo lo que puede caber en la misión grandiosa de la inteligencia, donde toman parte la sensibilidad y la voluntad libre. Pero le halagáis su vanidad, le excitáis el amor al lujo, a los dijes, a los tocados; ciegos idólatras de su belleza sois el incentivo funesto de la corrupción, porque si no sabe lo que es su alma, qué le importa a la mujer venderla por un puñado de alfileres de oro?...”


En 1859 conoció a Domingo Faustino Sarmiento, con quien compartió las ideas sobre la escuela pública y mixta. Cuando él fundó la Escuela de Ambos Sexos Nº 1 la nombró directora y apoyó la redacción de los Anales de la Educación desde donde Juana Manso difundió las ideas sarmientinas y los nuevos planes de enseñanza. En ellos postuló el aprendizaje basado en la observación y la reflexión, el metodismo, el respeto a las necesidades y grados de maduración del niño.


Se impuso así contra los maestros que defendían los métodos de la disciplina rígida y que “la letra con sangre entra”. Juana creía que las escuelas debían ser lugares alegres, luminosos y limpios. Que al niño había que despertarle el interés por aprender a través del buen trato, del ejemplo, del juego. Sarmiento dijo de ella "Juana Manso es la única de su sexo que ha comprendido que bajo el humilde empleo del maestro está el sacerdocio de la libertad y la civilización..."


En medio de críticas duras por sus ideas, Juana Manso inauguró con mucha dificultad un espacio decididamente ajeno a la época: la conferencia. Mediante ellas se dirigió principalmente al público femenino con el propósito de dar a conocer sus ideas sobre política y religiosidad, hecho que generó acusaciones e irritación inusitadas. Las conferencias para maestras destinadas a la profesionalización de la docencia no corrieron mejor suerte. Las clases consistían en lecturas y ejercicios para la instrucción en diversas materias pero la reacción ante ellas terminó con un pedido a la autoridad educativa para que sean suspendidas acusando de inmorales las clases de gimnasia que Manso intentaba introducir.  Sarmiento, con motivo de alentarla le expresó en una carta: “Son las lecturas las que irritan. Es la primera vez que se introduce la práctica de hablar en público sobre cualquier materia. Sólo el púlpito estuvo en poder de esa prerrogativa. Hoy lo está el pensamiento”.


Más no se quedó allí y dirigió y publico anales y revistas, escribió y tradujo novelas, compendios de Historia Argentina, fundó bibliotecas y jardines de infantes, organizó escuelas parroquiales llevando las nuevas ideas educacionales, redactó un periódico de mujeres donde expuso sus ideas de igualdad de la mujer, y como broche de oro, hasta le organizó la campaña presidencial a Sarmiento!!! Una verdadera hacedora, tal vez más que su amigo Domingo Faustino, a quién dejaba estupefacto, de quién sentía una honda admiración diciendo que era "el hombre más capaz".


Su obra incansable y su tenacidad la llevaron a tener que escuchar epítetos de toda monta. Hombres y mujeres, dirigentes políticos y religiosos, diarios, publicaciones llovieron contra ella y sus nuevas ideas.


Enferma y en la pobreza, muere sin honores en 1875.  Por entonces y aun enferma seguía enseñando a leer y a escribir a los niños que vivían en su humilde barrio. Se había convertido al protestantismo y, antes de morir, le pidieron que renegase de su fè para poder ser enterrada en el cementerio local. Se permitió su última rebeldía y no lo hizo. Finalmente fue  enterrada en el cementerio inglés, con la siguiente leyenda: “Aquí yace una argentina que, en medio de la noche de la indiferencia que envolvía a la patria, prefirió ser enterrada entre extranjeros antes que profanar el santuario de su conciencia”.


En su oración fúnebre al despedir sus restos Juana Manuela Gorriti expresó "Juana Manso gloria de la educación, sin ella nosotros seríamos sumisas, analfabetas, postergadas, desairadas. Ella es el ejemplo, la virtud y el honor que ensalza la valentía de la mujer, ella es, sin duda, una mujer".


En 1915, sus restos fueron depositados en el Panteón del Magisterio, en el cementerio de la Chacarita.



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