“La vieja cuestión de ¿Quiénes deben gobernar?
debe ser reemplazada por la otra, mucho mas
realista,
de ¿Cómo podemos sujetar a quienes gobiernan?”
Karl Popper
Sísyphus por Tiziano, 1549. Condenado por los dioses a empujar perpetuamente una roca gigante, montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, desde donde debía recogerlo y empujarlo nuevamente hasta la cumbre y así indefinidamente.
Es necesario
admitir que Marx, con los ojos propios de su tiempo, observó algunas cosas en
su justa magnitud. Erró en su historicismo, en seguir el concepto de “clase” y
en continuar la teoría clásica del valor. Pero si consideramos únicamente su
profecía de que el sistema capitalista sin trabas, o laissez faire, tal como el lo conocía, no habría de durar mucho
tiempo, debemos reconocer que se encontraba en lo cierto.
Tal como señala Karl Popper, luego de la Revolución Industrial, única manifestación de lo que se puede llamar “capitalismo sin trabas”, lo que ha continuado son distintas formas de intervencionismos. (2)
Entender sus
peligros y beneficios, es una cuestión de ingeniería y tecnología social, delicada,
aunque necesaria y controlable una vez que se la comprende bajo los paradigmas
de la democracias modernas. Herramienta adaptable y eficiente para liberales y socialdemócratas,
aunque armas peligrosas en manos de personalismos y autócratas de todo tipo.
Lo cierto es que el
intervencionismo limitado y democrático (en su mejor sentido) ha venido siendo utilizado
sin límites y con distintos ropajes y así pareciera que bajo distintos ciclos
ideológicos se van destruyendo lo mejor de las ideas.
Así como en los
años 90 el presidente Menem se cargó las bondades de lo privado, pareciera que
Cristina Fernández puede hundir para siempre las cualidades de lo público. Y lo mas paradójico: Todo en manos del mismo partido.
La situación que
afrontaba el país hacia el final de la década del ochenta era dramática: El
primer presidente de la nueva democracia, Raúl Alfonsín, entregó el mandato de
manera anticipada con un proceso de hiperinflación donde los precios eran
remarcados a diario, colapso energético y un Estado elefantiásico, heredado de
la dictadura y el largo período populista iniciado en los 30, que obligaba al
Estado a la pérdida de todo el gasto público. Con esta situación de colapso
estatista, sumado al clima de ideas en el mundo luego de la caída de la URSS, se
insinuaba la vuelta de la necesidad imperiosa de la iniciativa individual y la inversión
privada. Pero con el discurso “pro mercado” convivieron la deuda, el derroche
del gasto público y el aumento de todos los impuestos; el capitalismo corporativo
de amigos y los privilegios corruptos a los amigos del poder; la desocupación y
la convertibilidad.
Todo parece indicar
que el kirchnerismo se llevará puesto con él la idea de “público”. Y es que junto
al discurso progresista de inclusión social de los primeros momentos allá por el
2003, convivieron el emisionismo monetario, la inflación y el control corrupto
de la producción; el desborde de los servicios públicos y manejo clientelista
de las políticas sociales; el centralismo económico y la muerte del
federalismo; la xenofobia política y la devastación de las instituciones
republicanas;
Y nuevamente el
clima de ideas empieza a girar progresivamente en busca de nuevas respuestas.
Y es que nunca entendimos que junto al verticalismo propio de todo populismo, se borran todas las barreras y las fronteras republicanas del Estado. Deja de tener funciones constitucionales específicas, para abarcar cualquier aspecto de la vida, la libertad y la economía de las personas.
Debemos decir, no obstante y pese a su peligrosidad, que el Estado sigue siendo un mal necesario. Pero debe servirnos como exhortación de que si descuidamos por un momento nuestra vigilancia y no fortalecemos nuestras instituciones democráticas, dándole en cambio cada vez más poder al estado, podrá sucedernos que perdamos progresivamente las mas básicas libertades.
Se observa así que
no solo existe una paradoja de la
libertad(4) sino también una paradoja
de la planificación, que si no se advierte, si dejamos a los funcionarios
públicos el poder absoluto de “planificar”, entonces le abrimos las puertas al abuso,
el atropello y la ilegalidad.
Así las cosas la
gran adversidad de nuestro tiempo es como logramos que el control del estado no
esté ausente, asumiendo a la vez que su desborde generará una arbitrariedad
inminente.
En la Argentina el
procedimiento de intervención (independientemente de la ideología del poder de
turno) ha sido siempre imprecisa, directa y personal, dotándo de poder
discrecional a los funcionarios, lo cual implico nichos gigantes de corrupción,
derroche del gasto e ineficiencia en los servicios y la función.
Entendemos desde nuestro lugar que el país vive una situación prepolítica. No se puede discutir tópicos ideológicos cuando el poder no está limitado y donde reina lo mas primitivo de la acción política. Antes de pensar
en izquierdas y derechas (democráticas, claro está) primero se debe tener un
Estado funcionando y no solo un gobierno mandando. Se debe tener República y una constitución
normativa y sociológica real para después discutir si intervendrá más o menos
su gobierno.
Por lo demás, dada su propia su existencia, no existe
Estado que no intervenga, y toda acción de él interfiere con una cosa o con
otra. Lo verdaderamente importante es si el ciudadano puede prever la acción
del Estado y utilizar este conocimiento como un dato objetivo al establecer su
plan de vida, lo que supone que el Estado no puede abusar del uso que hace de
sus instrumentos y que el individuo sabe con exactitud hasta dónde estará protegido
de o contra la intervención.
Hasta tanto no entendamos la importancia de las
instituciones, seguiremos como Sísifo, condenado por los dioses a empujar para
siempre una gran roca hasta la cima de una montaña, desde donde volvería a caer
por su propio peso. Dirá Camus “Habían pensado con algún fundamento que no hay
castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza.”(5)
Notas
1. La mejor evidencia que demuestra esto son sus severas
críticas hacia las autocracias populares, líderes personalistas como Bonaparte
y Bolívar y sus críticas a los despotismos orientales y “el modelo de
producción asiático” de los cuáles muchas similitudes pueden extraerse de los
populismos de los S.XX y S.XXI.
2. Popper Karl, La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós,
Barcelona, 2010
3. “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente. Mi dogma es la general maldad de los hombres de poder, son los
que más se corrompen”.
4. Idem
5. Ver “La Odisea” de Homero o el escrito “El Mito de
Sísifo” de Albert Camus.