viernes, 22 de noviembre de 2013

Una Carta orgánica al servicio del ejecutivo



"Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno.
Si los ángeles gobernaran a los hombres, no sería necesario 
ningún control externo ni interno sobre el gobierno."  
James Madison




Señalaba Carlos Santiago Nino en su diagnostico institucional  al regreso de la democracia que entre los principales “males” que tenía la experiencia constitucional argentina se encontraban -entre otras- la “dualidad” y la “concentración de poder”.

Esta dualidad había sido en muchas ocasiones germen de la tendencia a la ajuricidad. La intensa oposición entre la dirigencia política había determinado que uno u otro hubieran traspasado los límites de la legalidad para prevalecer por encima del adversario. La confrontación fue en momentos tan grande que comprometió seriamente el marco democrático. La concentración del poder, fenómeno histórico entre nosotros, conducía en cambio a la absorción de funciones por parte de los poderes ejecutivos a los que deberían corresponder al legislativo o a la Justicia.

Así el ejercicio constitucional fue debilitándose entre nosotros, las peores prácticas se fueron naturalizando y se fue gestando lo que el mismo autor llamó “Un país al margen de la ley”.

El comentario viene a colación de que, luego de semanas de debate, finalmente  fue sancionada la reforma de la Carta orgánica Municipal.

Con una clara mayoría automática, el oficialismo controló  los resortes más sensibles de la convención e impuso cómodamente las principales reformas cuyo único, alarmante y especial objetivo fué robustecer el poder del ejecutivo municipal.

Y como suele suceder en estos casos, la mezquindad y el hambre de dominio se impusieron al derecho, la lógica del poder a la lógica democrática, la mediocridad y la pequeñez política a la responsabilidad institucional y la grandeza.

Las peores miserias de la política hicieron que no se puedan avanzar en institutos importantes y de primera necesidad democrática como la constitución de un tercer poder. Muy por el contrario, convirtieron a los tribunales de faltas en verdaderos agentes punteriles del intendente de turno, negándoles la estabilidad necesaria para ejercer su función. Transformaron a los jueces de faltas en funcionarios políticos, designados por el ejecutivo y que duran cuatros años en su función. Lejos de ser garantes de los derechos ciudadanos, pasan a ser subordinados, con el peligro y la posibilidad cierta de convertirse así en simples comisarios cuya única función es castigar y recaudar para la caja municipal.

Se rechazaron asimismo los controles externos para las cuentas municipales, audiencias públicas con objetos amplios y otros institutos de avanzada como presupuesto participativo y boleta única. Se quitó la responsabilidad del intendente ante el incumplimiento de los pedidos de informe, y se impuso un defensor de los vecinos electo por simple mayoría. Una verdadera Carta a la medida.

Karl Loewenstein solía señalar que las constituciones deben ser trajes a medidas para sus pueblos, y que, nominales o normativas, siempre su función era limitar el poder de los gobernantes. Pero advertía también, que se volvían, no trajes, sino disfraces autoritarios cuando surgían para favorecer a los detentadores circunstanciales del poder.



Enseñaba el maestro Karl Loewenstein que las constituciones eran como trajes que debían adecuarse a la contextura de la sociedad en la que se aplicaba. Así clasificaba las constituciones en normativas, nominales y semánticas.

El primer tipo son las constituciones en las cuales se ha dado una simbiosis perfecta entre la comunidad y sus costumbres políticas, y los textos que integran el cuerpo constitucional. Una constitución normativa se puede definir entonces como aquella en la que las normas jurídicas, las prácticas de los detentadores de poder y las costumbres sociales de la comunidad que los conforman coinciden entre sí. En palabras de Loewenstein “Para utilizar una expresión de la vida diaria: la constitución es un traje que sienta bien y que se lleva realmente”.

El segundo tipo es la constitución nominal. Es aquella que en principio no coincide con la realidad que trata de regular. Es decir que es una Constitución juridicamente válida, pero la dinámica política social no se adapta a sus normas. Funcionan mas bien como indicadores del camino que deben seguir las sociedades para alcanzar el estado de constituciones normativas. En palabras de nuestro autor “Y para continuar con nuestro símil: el traje cuelga durante cierto tiempo en el armario y será puesto cuando el cuerpo nacional haya crecido”

El tercer y último tipo es el de las constituciones semánticas. En ella, el texto constitucional es la sacralización de la situación del poder político, en beneficio exclusivo de los detentadores de poder. La tarea original de las constituciones escritas fue limitar la concentración del poder, en cambio, cuando haya una constitución semántica, la constitución será encauzada en la forma deseada por quienes tienen el poder. Así, siguiendo con la metáfora, el jurista alemán nos dice: “Y para continuar con el símil anterior: el traje es en absoluto un traje, sino un disfraz”


Y en esto se ha convertido nuestra nueva Carta Orgánica Municipal: un verdadero disfraz autoritario hecho a medida de un intendente circunstancial.

2 comentarios:

  1. Nuestra municipalidad es un salón de chistes. No hay seriedad en ningún caso, salvo cuando tienen que recaudar impuestos. Pero lo que mas indigna, por lo menos a mi, es la ignorancia y despreocupación de la gente, que aún teniendo una educación privilegiada, una posición económica estable, y la posibilidad de contribuir, hace la vista a un lado. Eso da pocas esperanzas a cualquiera.
    Muy buen articulo.

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    1. Gracias por tu comentario Guillermo. Definitivamente, para cambiar, se necesita una sociedad civil fuerte y conciente de lo que puede alcanzar. Y esa es una larga y dificil tarea de todos los días, sostenidas por cada uno y en todos los ámbitos de participación. El ejemplo rompe e impone culturas. Requerirá de tiempo y contancia de todos, ya que como decía Alberdi: "La libertad no brota de un sablazo, es el parto lento de la civilzación". Saludos!

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