Escribo esto convencido que lo ideal y más sano en una democracia
moderna y consolidada es que coexistan, convivan y se alternen en el poder dos
polos mayoritarios que aglutinen las grandes voluntades: uno de
centro-izquierda y otro de centro-derecha.
Convencido también que, a grandes rasgos, podría el primer
polo, de carácter mas progresista y humanista, ser representado por partidos
como la Coalición Cívica – ARI de Elisa Carrió, el Partido Socialista de Hermes
Binner y la Unión Cívica Radical que hoy conduce Ernesto Sanz. El segundo polo,
más liberal o conservador, por partidos como el PRO de Mauricio Macri.
El problema resulta cuándo en una democracia en desfalco
como la nuestra, aunque joven y tratando de aprender aún de sus errores,
consolida por largo tiempo en el poder un único polo, que a bases de subsidios
y control unitario de los recursos nacionales, afianza una hegemonía clientelar
y autoritaria.
Una hegemonía que reduce la política a una técnica para
suscitar obediencia y que para su mantenimiento, el patrimonialismo clientelar y
su uso del Estado como botín de guerra, es una consecuencia ipso facto. Así el
Partido Justicialista en el gobierno, en su condición de partido predominante, se
transformó en un sistema político en sí mismo. Es el oficialismo y pretende ser
su principal oposición al mismo tiempo. Con sus “izquierdas” y sus “derechas”,
adaptándose al clima de época, logró colonizar el Estado. Solo así se entiende
el hecho fundamental de como el PJ ha gobernado 23 de los últimos 25 años en
sus diversas versiones transformistas. Un hecho histórico fenomenal, comparable
por historia, métodos y circunstancias al PRI mexicano que denunciaría Octavio
Paz en su “Ogro Filantrópico”.
Cuando esto sucede, es responsabilidad de las fuerzas
democráticas que defienden el Estado de Derecho y las reglas básicas de la
República hacer frente a éste sutil estado de excepción. Sin embargo, por fuera
del ámbito del oficialismo, muchos apuestan a la contraposición entre dos
alianzas partidarias, una más de centro-izquierda y otra más de centro-derecha.
Y sin duda nuestro sistema político necesita partidos o
coaliciones organizados, que propongan las grandes opciones como nuestros
vecinos en Chile y Uruguay. Pero también es cierto que no tuvimos muchos de
ésos esquemas en el pasado, y por supuesto sería bueno llegar a tenerlos. Ahora
bien, es discutible en cambio que ésa sea hoy la opción principal que nos
debiera preocupar. Incluso es discutible de que alguna vez lo haya sido, en los
años que llevamos de experiencias democráticas.
En momentos donde no hay instituciones, ni Estado, ni
república, sino un gran desquicio y desorden político, económico e
institucional, es obligación de las fuerzas democráticas crear una opción política
donde la principal preocupación pase por garantizar cien años de República,
transparencia y bienestar. Una opción que se comprometa a restablecer las instituciones,
el Estado y las reglas de juego, que promueva la imprescriptibilidad de los
delitos de corrupción.
Entre quienes piensan así y coinciden en que ésta es la tarea
prioritaria, tienen ideas diferentes sobre el camino final de la República. Algunos
querrán un poco más de Estado, otros un poco mas de mercado. Será una discusión trascendental
dentro del marco social y económico que permite la Constitución, pero tal vez no
tenga mucho sentido hoy, cuando el Estado y el mercado están corrompidos por el
clientelismo y lo seguirán estando si el país es gobernado por alguna variante
transformista.
Por ello es que antes es menester construir una fuerza lo
más amplia posible entre quienes tienen como prioridad reconstruir las bases
republicanas del Estado. Y por ello es importante entender también, como
explicaba Sartori, que a la democracia le es tan necesaria el liberal atento a
los problemas de la servidumbre política y la iniciativa privada e individual,
como el socialdemócrata que lucha por el bienestar, la igualdad y la cohesión
social.
El acuerdo entre Carrió y Macri y la intención de sumar a los
radicales, debe entenderse así como el mejor intento en los últimos años de reconstruir
lo que el gran político alemán Konrad Adenauer denominaba “el arco posible de
la República”. La CC-ARI, el PRO y la UCR tienen en sus manos hoy esa
construcción. Dependerán también de que la opinión pública pueda ayudarlos para
nunca más el país vuelva a caer en la tentación
de la trampa populista.
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