jueves, 28 de noviembre de 2013

(I)Responsabilidad y Razón de Estado


“Es propio del Cesarismo apoyarse justamente en la voluntad
 de aquellos a quienes aniquila políticamente”.
Jerome Carpino

 

 


 
 


En una maratónica sesión, el Frente para la Victoria en la Cámara de Diputados se alzó con 129 votos positivos y logró la media sanción al proyecto de responsabilidad del Estado impulsado por la Casa Rosada, al cabo de una discusión que duró más de ocho horas.

En síntesis, el proyecto de ley se propone restringir los casos en que el Estado debe responder patrimonialmente cuando cause daños sobre los derechos de las personas.
 
En concreto presenciamos una nueva y sistemática embestida del gobierno para establecer mecanismos que degraden al ciudadano en general, a favor del Estado en particular, traspasando la noción de Estado de Derecho, cuyo principal bien jurídico a proteger son las personas, a la noción de Razón de Estado cuyo principal bien jurídico a proteger es el estado como herramienta funcional.
 
En el fondo, se quebranta de esta manera la igualdad ante la ley, estableciendo una detestable diferenciación entre los ilícitos cometidos por el Estado y los cometidos por los ciudadanos de a pié. Y es que existen cientos de actos jurídicos en los que el Estado realiza actividades exactamente iguales a cualquier ciudadano, y el establecimiento de un status diferente al momento de mensurar los daños que causa es abiertamente arbitrario e inconstitucional.
 
Como bien establecen las convenciones de derechos humanos con jerarquía constitucional para nuestro país, la igualdad ante la ley (establecida asimismo en el art. 16 de nuestra constitución) es no sólo la igualdad entre las personas, sino también la igualdad entre todos los sujetos de derecho. Todo aquel que cause un daño o una mella a un derecho ajeno debe tener iguales consecuencias. La actividad estatal es latentemente dañosa, tanto en sus acciones como en sus omisiones, y resulta absurdo y profundamente autoritario que no deba resarcir ese daño como cualquier otro que lo cause.
 
En términos netamente políticos, asistimos a una nueva avanzada de las formas autoritarias-modernas de gobierno. Se trata de la infiltración autoritaria en las formas democráticas y republicanas de ejercer el poder. Lo que Marx llamó Bonapartismo o Max Weber Cesarismo plebiscitario se acomoda a los nuevos climas de los tiempos. Como bien advertía Maurice Joly en su “Diálogo en el infierno entre Montesquieu y Maquiavelo”, célebre clásico de la literatura política, resulta indiferente que el autoritarismo sea personal o colegiado; esa una cuestión secundaria. Lo que importa es la confiscación del derecho y los métodos que son precisos seguir para que dicha confiscación sea tolerada, alcanza con que se dé mediante la ley el triunfo de la arbitrariedad sobre el respeto a las instituciones.

“Es la Razón de Estado, la que vos invocáis. Advertid entonces que no puedo dar como base para las sociedades precisamente aquello que las destruye. En nombre del interés, los príncipes y los pueblos, lo mismo que los ciudadanos, solo crímenes cometerán. ¡En interés del Estado!, decís. Pero ¿cómo saber si para él resulta beneficioso el cometer tal o cual iniquidad? ¿Acaso no sabemos que con frecuencia el interés del Estado solo representa el interés del príncipe o de los corrompidos favoritos que lo rodean? Al sentar el derecho como base para la existencia de las sociedades, no me expongo a semejantes consecuencias, porque la noción de derecho traza fronteras que el interés no debe violar.(…) asimismo admitís el derecho en las relaciones mutuas entre los individuos, pero pisoteáis todas las normas cuando de trata del Estado o del príncipe. En resumen, según vos, la política nada tiene que ver con la moral. Prohibís al individuo lo que permitís al monarca. Censuráis o glorificáis las acciones según las realice el débil o el fuerte; estas son virtudes o crímenes de acuerdo con el rango de quien las ejecuta. Alabáis al príncipe por hacerlas y al individuo lo condenáis a las galeras. ¿Pensáis acaso que una sociedad regida por tales preceptos pueda sobrevivir? ¿Creéis que el individuo mantendrá por largo tiempo sus promesas, al verlas traicionadas por el soberano? ¿Qué respetará las leyes cuando advierta que quien las promulgara las ha violado y las viola diariamente? ¿Qué vacilaría en tomar el camino de la violencia, la corrupción y el fraude cuando compruebe que por él transitan sin cesar los encargados de guiarlo? Desengañaos: cada usurpación del príncipe en los dominios de la cosa pública autoriza al individuo a una infracción semejante en su propia esfera; cada perfidia política engendra una perfidia social; la violencia de lo alto legitima la violencia de lo bajo.” (Cita extraída de Maurice Joly, Diálogo en el infierno entre Montesqu y Maquiavelo,Paris, Calmann-Lévy, "Liberté de l'esprit" 1948; con prefacio de Jean-François Revel 1968).
 

El objetivo del nuevo despotismo moderno afirma Joly, a través de su Maquiavelo infernal,  “no es tanto violentar a los hombres como desarmarlos”. Por eso mismo, contra este nuevo tipo de autoritarismo es necesario, imprescindible pensamos, de una sociedad civil fuerte, que le oponga el derecho a la arbitrariedad, la tolerancia y respeto al fanatismo, el control republicano a la soberbia de la sinrazón autoritaria, la cultura democrática y ciudadana a la cultura del poder y la (sin)razón de estado.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Una Carta orgánica al servicio del ejecutivo



"Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno.
Si los ángeles gobernaran a los hombres, no sería necesario 
ningún control externo ni interno sobre el gobierno."  
James Madison




Señalaba Carlos Santiago Nino en su diagnostico institucional  al regreso de la democracia que entre los principales “males” que tenía la experiencia constitucional argentina se encontraban -entre otras- la “dualidad” y la “concentración de poder”.

Esta dualidad había sido en muchas ocasiones germen de la tendencia a la ajuricidad. La intensa oposición entre la dirigencia política había determinado que uno u otro hubieran traspasado los límites de la legalidad para prevalecer por encima del adversario. La confrontación fue en momentos tan grande que comprometió seriamente el marco democrático. La concentración del poder, fenómeno histórico entre nosotros, conducía en cambio a la absorción de funciones por parte de los poderes ejecutivos a los que deberían corresponder al legislativo o a la Justicia.

Así el ejercicio constitucional fue debilitándose entre nosotros, las peores prácticas se fueron naturalizando y se fue gestando lo que el mismo autor llamó “Un país al margen de la ley”.

El comentario viene a colación de que, luego de semanas de debate, finalmente  fue sancionada la reforma de la Carta orgánica Municipal.

Con una clara mayoría automática, el oficialismo controló  los resortes más sensibles de la convención e impuso cómodamente las principales reformas cuyo único, alarmante y especial objetivo fué robustecer el poder del ejecutivo municipal.

Y como suele suceder en estos casos, la mezquindad y el hambre de dominio se impusieron al derecho, la lógica del poder a la lógica democrática, la mediocridad y la pequeñez política a la responsabilidad institucional y la grandeza.

Las peores miserias de la política hicieron que no se puedan avanzar en institutos importantes y de primera necesidad democrática como la constitución de un tercer poder. Muy por el contrario, convirtieron a los tribunales de faltas en verdaderos agentes punteriles del intendente de turno, negándoles la estabilidad necesaria para ejercer su función. Transformaron a los jueces de faltas en funcionarios políticos, designados por el ejecutivo y que duran cuatros años en su función. Lejos de ser garantes de los derechos ciudadanos, pasan a ser subordinados, con el peligro y la posibilidad cierta de convertirse así en simples comisarios cuya única función es castigar y recaudar para la caja municipal.

Se rechazaron asimismo los controles externos para las cuentas municipales, audiencias públicas con objetos amplios y otros institutos de avanzada como presupuesto participativo y boleta única. Se quitó la responsabilidad del intendente ante el incumplimiento de los pedidos de informe, y se impuso un defensor de los vecinos electo por simple mayoría. Una verdadera Carta a la medida.

Karl Loewenstein solía señalar que las constituciones deben ser trajes a medidas para sus pueblos, y que, nominales o normativas, siempre su función era limitar el poder de los gobernantes. Pero advertía también, que se volvían, no trajes, sino disfraces autoritarios cuando surgían para favorecer a los detentadores circunstanciales del poder.



Enseñaba el maestro Karl Loewenstein que las constituciones eran como trajes que debían adecuarse a la contextura de la sociedad en la que se aplicaba. Así clasificaba las constituciones en normativas, nominales y semánticas.

El primer tipo son las constituciones en las cuales se ha dado una simbiosis perfecta entre la comunidad y sus costumbres políticas, y los textos que integran el cuerpo constitucional. Una constitución normativa se puede definir entonces como aquella en la que las normas jurídicas, las prácticas de los detentadores de poder y las costumbres sociales de la comunidad que los conforman coinciden entre sí. En palabras de Loewenstein “Para utilizar una expresión de la vida diaria: la constitución es un traje que sienta bien y que se lleva realmente”.

El segundo tipo es la constitución nominal. Es aquella que en principio no coincide con la realidad que trata de regular. Es decir que es una Constitución juridicamente válida, pero la dinámica política social no se adapta a sus normas. Funcionan mas bien como indicadores del camino que deben seguir las sociedades para alcanzar el estado de constituciones normativas. En palabras de nuestro autor “Y para continuar con nuestro símil: el traje cuelga durante cierto tiempo en el armario y será puesto cuando el cuerpo nacional haya crecido”

El tercer y último tipo es el de las constituciones semánticas. En ella, el texto constitucional es la sacralización de la situación del poder político, en beneficio exclusivo de los detentadores de poder. La tarea original de las constituciones escritas fue limitar la concentración del poder, en cambio, cuando haya una constitución semántica, la constitución será encauzada en la forma deseada por quienes tienen el poder. Así, siguiendo con la metáfora, el jurista alemán nos dice: “Y para continuar con el símil anterior: el traje es en absoluto un traje, sino un disfraz”


Y en esto se ha convertido nuestra nueva Carta Orgánica Municipal: un verdadero disfraz autoritario hecho a medida de un intendente circunstancial.

¿Por què escribir?


"Las palabras constituyen la droga más potente 
que haya inventado la humanidad."  
Rudyard Kipling



Como serìa un ejercicio sumamente masoquista detallar las razones por las cuales uno no escribe, detallaremos algunos (solo algunos) de los principales impulsos que se puede tener al escribir.

Aquí van: impulso histórico y político, estética, amor propio, ansia de saber. En fin, son solo algunos de los grandes enviones que se me ocurren de momento.

Pero escribir es algo mas que volcar toda una perorata llena de palabreríos y frases rimbombantes. Escribir es compartir y liberarse, es formarse y desarrollarse, escribir es tener algo para decir, pese a todo, pese a la esperanza, pese a la desesperación, a favor y en contra o por el mero hábito de hacerlo.

Las razones por las que un hombre o una mujer escriben o deciden intentarlo (como en nuestro caso) suelen ser insólitas, extravagantes, y a veces irreverentes y contestatarias o tiernas y sentimemntales.

 Henry Miller solía decir que escribir es como la vida misma,  un viaje de descubrimiento y todo lo que hace lo hace por la mera alegría de hacerlo.

Gabriel García Márquez dijo que escribía para que sus amigos lo quisieran más.

Osvaldo Soriano no ha sabido con precisión por qué escribe, no obstante arriesga una posible respuesta al decir que primero está el placer, la sensualidad de las palabras que elige para abrir el espacio de libertad en el Universo que va a construir el texto que él escribe, esto es, responde a la necesidad de escribir por el placer de escribir, lo que no deja de producir angustia y sabe el precio que tiene que pagar pero también escribe para compartir la soledad.

Si me preguntan a mì, que poco y nada se del oficio, escribo porque estoy convencido de que las palabras cambian el mundo, la manero de verlo y de vernos dentro de él, cambian la manera de percibir y entender la realidad, transforman la imagen que se tiene de la vida. Y a veces tan solo una palabara, producida por un pensamiento errante, alcanza para encender la libertad.

Y si no me crees, mirá este video que te dejo acá: