martes, 17 de noviembre de 2015

No es el Imperialismo, es la Yihad

Cuando Sayyid Qutb, uno de los principales referentes del fundamentalismo islámico en el S.XX, visitó USA quedó "horrorizado" de que los adolescentes bailaran entre ellos, del cosmopolitismo y del hedonismo que representaba la sociedad occidental.

A su vuelta a Egipto lanzó su cruzada de "limpieza" de la sociedad musulmana de cualquier influencia occidental, declaró apóstatas a los musulmanes contemporáneos que aplicasen leyes seculares y laicas en lugar de la Sharia, y lanzó el movimiento que luego desembocaría en los Hermanos Musulmanes y nutriría ideológicamente a grupos como Al Qaeda y el Ejército Islámico.

Mucho antes de que Samuel Huntington hiciera popular su tesis sobre el choque de las civilizaciones, fue el propio Qutb quien postuló que era inevitable una confrontación y que las invasiones, el apoyo a dictadores, y el ejercicio del poder imperial, eran apenas un motivo secundario de su acción: el verdadero motivo de su cruzada era la Yihad y la imposición de la Sharia en todo el orbe mundial.

Despreciaba de modo especial “la potestad legislativa que el hombre se ha arrrogado a sí mismo”. El ser humano y la sociedad debían regirse por la Sharia, y por lo tanto la ley musulmana era la única  fuente de derecho legítima, ya que sus mandatos no proceden del hombre, sino de Dios [Allah].



Muchos analistas, en una paradójica interpretación eurocentrista, ven en estos atentados en Francia que conmocionaron al mundo los últimos días una "respuesta antiimperialista" y de "lucha revolucionaria" contra las diversas intervenciones en Medio Oriente, trasladando conceptos occidentales [tesis imperialista] a sociedades tradicionales que no solo execran de Occidente, sino que basan su acción en patrones religiosos y socioteológicos ¿O acaso lo que moviliza a los bombarderos suicidas son valores seculares y no religiosos?

Y es que el integrismo musulmán no busca, en palabras del propio ayatolá Jomeini, “hacer bajar el precio del melón”. Su intención no es meramente hacer que EE.UU. deje de intervenir en Medio Oriente y que los barrios marginados de Francia tengan mejores condiciones sociales. Su objetivo profundo es hacer desaparecer los valores propios de Occidente y la Ilustración que aborrecen: aborrecen a Occidente por invadir Irak, tanto como a Hollywood por invitar al hedonismo y como a Darwin por negar que Dios creó al hombre de arcilla.



Naturalmente que es difícil de comprender desde sociedades laicas y secularizadas como las nuestras, como opera la concepción de lo sagrado en sociedades tradicionales y nos lleva a proyectar nuestras propias concepciones a marcos socio-culturales diferentes. Por eso, desconocer y negar que estamos ante un “choque” o “conflicto” de civilizaciones (que no significa ni exige guerra necesariamente como creen algunos) y que existen diferencias culturales que entran en conflicto solo consigue que nos equivoquemos de diagnóstico y de terapia.

Como sostenía el historiador Fernand Braudel “En lo que atañe a cualquiera que esté interesado en el mundo contemporáneo, y más aún, incluso, con respecto a cualquiera que desee actuar dentro de él, "compensa" saber cómo distinguir, en el mapa del mundo, las civilizaciones hoy existentes, ser capaz de definir sus fronteras, sus centros y periferias, sus esferas de influencia y el aire que allí se respira, las "formas" generales y particulares que existen y se asocian dentro de ellas. De otro modo, ¡qué errores de perspectiva tan garrafales y catastróficos se podrían cometer!”.

No obstante, en el actual escenario resulta necesario también diferenciar al EI [Estado islámico] de los Estados y Monarquías teocráticas de la región que también luchan contra ellos. Si bien Irán, Siria, Arabia Saudita, etc., tienen leyes vinculadas a la Sharia (lapidaciones, ejecuciones públicas sin juicio, discriminación brutal a las mujeres y a las minorías étnicas y religiosas) mantienen un mínimo de estabilidad en la región, pueden otorgar una pequeña apertura a Occidente, lo que permite la posibilidad de cambios modernizantes en el largo plazo, y al menos están inscritas en el concierto internacional. Con el Estado Islámico, en cambio, nada de eso es posible. El EI se autoproclama un Califato, no reconoce ninguna frontera en el concierto internacional, y la declaración de la Yihad es innegociable y sin treguas: no hay ninguna posibilidad de diálogo y acercamiento con ellos.

Por supuesto, seleccionar el mal menor y trazar una estrategia común de lucha contra el ISIS y aliarse para ello con los Estados del Medio Oriente no nos debe conducir al fatalismo de dejar las cosas como están y aceptar las violaciones sistemáticas a los derechos humanos en nombre del multiculturalismo. Así como en Siria, Assad es el mal menor, pero puede incentivarse alguna alternativa para salir también de ese brutal dictador; en Arabia Saudita, se puede buscar la modificación del status quo sin que eso se materialice en la llegada al poder de grupos como el Estado Islámico. 



Deberemos ser prudentes también y evitar caer en las acusaciones absurdas basadas en conspiraciones ridículas. EEUU es tan responsable indirectamente de la creación de éstos grupos radicalizados por desestabilizar la zona en el pasado y dejar vacíos de poder en la región para ser llenados por grupos como Al Qaeda o El, como Al Assad por ser el principal consumidor del petróleo producido en las zonas controladas por el Estado Islámico. Éste cínico juego de alianzas que se repiten (como el de USA en el pasado con Bin Laden para combatir a los soviéticos) genera también confusión y diluye la posibilidad de una estrategia unificada.


Sin dudas que la alianza militar coordinada es urgente y necesaria, pero no es suficiente. En el corto plazo evitar una tercera guerra mundial dependerá de que los líderes mundiales acepten la naturaleza actual de la política global multipolar, y cooperen para su mantenimiento; pero en el largo plazo la salida es una sola: Ilustración, ilustración y más ilustración. Poder lograr en Medio Oriente en algún plazo razonable el respeto a la libertad, la democracia y la tolerancia que a Occidente le costó siglos de guerras y sufrimientos.